La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

Es por esto que hoy nos proponemos acercarles, a través de esta nota, la posibilidad de repensar qué es la salud para nosotros, en cada aspecto de nuestras vidas.

Cada persona es diferente. Y es por esto que una definición acerca de lo que es “salud”, debe pensarse incluyendo la variedad de sentires en relación al bienestar, que cada persona tiene.

Lo que para una persona puede resultar algo positivo en su vida, a otra puede generarle ansiedad. Así como cada persona, de acuerdo a su estado físico y antecedentes genéticos, tendrá distinto impacto en su organismo ante igual alimentación, y ante la realización de determinadas actividades.

Es fundamental conocernos a nosotros mismos. Nuestras características, hábitos, preferencias, nuestros modos de hacer las cosas y de vincularnos con otros.

Ser conscientes de lo que nos va pasando. Prestar atención a cómo nos sentimos, cómo sentimos nuestro cuerpo. Qué nos pide, y qué nos dice. Qué pasa en nuestro cuerpo cuando estamos cansados. Qué pasa cuando estamos angustiados. Qué pasa cuando estamos contentos. Cómo nos sentimos después de realizar una actividad recreativa o de hacer algo que nos gusta. Y qué nos pasa si hacemos algo que nos disgusta o que no queremos hacer.¿Qué impacto tiene en nosotros?

¿Sentimos algún dolor recurrente al que no prestamos atención? ¿Qué hacemos con lo que duele? ¿Consultamos con un profesional para pedir atención y orientación al respecto?

“Escuchar” en qué conversaciones con nosotros mismos estamos. Qué emoción aparece ante esos pensamientos. Qué nos produce. Qué acciones llevamos a cabo cuando estamos en esa emoción. Qué trae a nuestras vidas el actuar así. Distinguirnos.

Detectar si estamos atravesando alguna vivencia o situación particular de la que no estemos pudiendo hablar con nuestra gente más cercana o de confianza. Por miedo, por no querer preocupar, por la causa que sea. Abrirnos a la posibilidad de pedir ayuda profesional. Dar lugar a la palabra.

Todos estos componentes hacen a nuestra salud y nuestro bienestar. Nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestro modo de expresarnos, nuestras emociones, generan nuestro modo único y singular de vivir.

Poder distinguir conscientemente cómo nos estamos construyendo, nos permite pensar si este camino trae o no salud y bienestar a nuestras vidas. Y si así no fuera, detectar qué estamos necesitando para poder lograrlo. Está en nosotros lograr tener una mejor calidad de vida:

  • Prestar atención a lo que nos decimos a nosotros mismos (nuestros pensamientos recurrentes) y a lo que decimos. A qué “traen” esos pensamientos y palabras a nuestras vidas (qué construimos en base a eso). Si es algo que aporta bienestar a nuestras vidas. O si, sin darnos cuenta, generamos nosotros mismos condiciones que a mediano o largo plazo, nos dañan de un modo u otro.
  • Asimismo, conocer nuestro cuerpo. Sus características, sus necesidades, su estado general. Cuidarlo como nuestro bien más preciado. Dedicarle atención y cuidados. Esos mismos cuidados que muchas veces brindamos a otras personas y no suficientemente a nosotros mismos. Cuidarlo día a día.
  • Realizar los chequeos periódicos de salud, en cada etapa de la vida, que puedan actuar preventivamente para detectar a tiempo cualquier patología que pudiera surgir.
  • Alimentarnos bien y saludablemente. Hidratarnos. Favorecer en nuestro organismo todo aquello que active lo que lo mantiene sano y fuerte. Fomentar salud desde nuestra alimentación.
  • Realizar actividad física. Movernos. Generar actividades junto a otros, compartidas. Hacernos un rato al día para estar al aire libre. Fomentar en nuestras vidas el contacto con la naturaleza. Caminar.
  • Reconocer la importancia de hablar, como posibilidad de alivianar aquellas cosas de la vida que se nos hacen duras o difíciles de transitar. Brindarnos la posibilidad de pedir ayuda, sin sentir que por eso somos débiles o que molestamos. Entender que la salud se construye en comunidad. Que todos somos red, unos para otros. Asistiéndonos mutuamente, en distintos momentos de la vida.
  • Consultar a profesionales. Buscar ayuda todas las veces que sea necesario. En pos de poder lograr estar bien, y sentirnos bien. Dos cosas que van de la mano, pero no son lo mismo.
  • Desarrollar la resiliencia. Posibilitar en nosotros mismos maneras sanas de salir adelante, aprovechando los recursos propios que tenemos, así como los que nos brinda el compartir con nuestro entorno afectivo. Contar con la comunidad en su conjunto, en los recursos que pueda brindarnos. No encerrarse. Tender la mano para pedir ayuda y tender la mano para ayudar. Fortalecerse en los aprendizajes que adquirimos al atravesar adversidades o acompañar a otros a atravesarlas.
  • Reducir el estrés. El estrés no tiene por qué ser “malo” en sí mismo. Es un torrente de energía que nos prepara para actuar ante algo que sentimos inminente, y que requiere que pasemos a la acción. El tema es que, si esto se torna recurrente y se mantiene en todo momento, puede dañar nuestra salud. Son cada vez más frecuentes los trastornos de ansiedad que ponen en evidencia la necesidad de incorporar una mirada integral sobre este tema, cuando hablamos de salud. Respirar conscientemente, tomando registro de cómo estamos, cómo está nuestro cuerpo en ese momento, volviendo al “aquí y ahora”, suele ser un primer paso para “parar la moto”. Reconocer el modo en que estamos encarando las circunstancias es lo inicial, para luego poder decidir de qué modo querríamos hacerlo. Y diseñarlo para poder realizarlo, paso a paso. Comprendiéndonos a nosotros mismos, sin juzgarnos. Sin querer resolver todo “ya”. Salir del “piloto automático”. Elegir nuestro ritmo, nuestro modo. Registrar lo que necesitamos para sentirnos bien. Pedir, si necesitamos algo. Aceptar un no. Aceptar también lo que no puede ser. Sin enojo, sin frustración ni resignación. Aceptación que nos da paz para buscar otras alternativas. Y sobre todo, hacernos libres de nuestra propia exigencia.
  • Descansar bien. Lograr tener sueño de calidad cuando dormimos. Esto es, de una duración de más de 7 horas, que sea sueño profundo, y que no sea “sueño interrumpido”, es decir, que no nos despertemos varias veces en medio de la noche. Para que ese descanso pueda ser realmente reparador.
  • Darnos tiempo para hacer cosas que nos gustan. Disfrutar. Estar en contacto con personas con quienes compartimos ese disfrute.
  • Aprender cosas nuevas. Mantenernos activos y con proyectos. Viajar. Abrir espacio a la novedad en nuestras vidas.
  • Si cuidamos a otros, no olvidarnos de cuidarnos. Para poder cuidar, es importante cuidarnos.
  • Fomentar hábitos saludables en nuestro hogar.
  • Fomentar en nuestras vidas la construcción de vínculos sanos. Compartir las cosas de la vida con otros. Disfrutar en forma compartida y también sobrellevar lo difícil contando con otros. Fortalecer la comunicación, abriendo espacios de encuentro.

La salud es el bienestar físico, emocional, psíquico y social que permite llevar adelante los desafíos de la propia vida y de la comunidad en la que vivimos.

Los invitamos a contarnos cómo fomentan el autocuidado en sus vidas. Cuáles son los hábitos que incorporaron, que consideran que han impactado positivamente en la construcción de bienestar.

Esperamos sus mensajes en: comunicacion@mevaterapia.com.ar
Salud es cómo vivimos. ¡Elijamos vivir mejor! Y hagámoslo realidad.

#MevaSalud #MásDeLoQueNosHaceBien