Este mes queremos darles espacio a nuestras emociones. Nuestras compañeras, muchas veces invisibles, en cada uno de los momentos que atravesamos en nuestras vidas. Los lindos, los feos, en todos. Siempre alguna emoción nos habita. ¿Las registramos? ¿Prestamos atención a qué quieren decirnos? ¿Les damos lugar, o tratamos de evitarlas o negarlas?

Para reflexionar sobre esta temática, entrevistamos a la Lic. Analía Lococo, quien nos invita a pensar a partir de su experiencia, tanto profesional en el campo de la Psicología, como personal por haber atravesado una enfermedad oncológica. Una vivencia que ella califica “como de inmensa transformación y aprendizaje”.

Esperamos que este “compartir” resuene en cada uno, posibilitando nuevas aperturas, conectándonos con nosotros mismos y por ende, con nuestro entorno.

Gracias Analía por brindarnos tu tiempo y tus palabras. ¿Cómo te gustaría presentarte?

Soy Analia Lococo, Lic. en Psicología, mamá de Joaquín, de quien aprendo día a día, y una apasionada en ayudar a las personas a vivir una vida con sentido.

En el 2018 transité un cáncer de mama de alto riesgo. Así conocí la Fundación Proyecto Mujer, di mi testimonio, y luego de un tiempo, volví a acercarme para poner a disposición mi ayuda y mi aporte desde un lugar humano y como profesional.

Según tu experiencia, ¿Cuáles son los sentimientos y emociones más frecuentes que surgen ante un diagnóstico oncológico?

Al momento de recibir el diagnóstico, los sentimientos que surgen son muy variados. Se transforma en una noticia que impacta fuerte, donde aparecen la incertidumbre, la sensación de irrealidad. En ese momento no se comprende bien qué está ocurriendo. El miedo comienza a inundarte en un recorrido por todo el cuerpo, te paraliza y los pensamientos negativos te desbordan como una catarata que no frena.

Por momentos, sentís la sensación de que no te está ocurriendo en realidad, hasta que las horas comienzan a pasar y lo único que necesitás son explicaciones. Aparecen emociones como el miedo, la tristeza, el enojo, la rabia, la angustia, y sensaciones nuevas que quizás nunca habías experimentado.

¿Qué repercusiones tiene todo esto en lo personal y en lo vincular?

En lo personal, puedo contarte que el cáncer vino a enseñarme mucho. Como te comentaba al principio, es un golpe que impacta, el miedo te atraviesa, surgen las dudas, el no entender cómo es el proceso y dónde termina. Pero en el tránsito, comienza la oportunidad. La posibilidad de comprender que sólo tengo el día de hoy y que el paso a paso es el aprendizaje para comenzar a vivir mi vida de otra manera.

Cuando vivimos el día a día, entre actividades y responsabilidades, llevamos el control de todo lo que hacemos. Cuando te diagnostican una enfermedad, el control comienza a ser parte del pasado y la entrega al momento presente es lo que comenzás a abrazar. Los pensamientos que vienen, y que no son favorables, intentás mirarlos como parte del proceso. Ellos son la alarma que algo no está muy bien. Sin embargo, muchas veces sentimos un impulso para seguir mirando hacia adelante: nuestro corazón late, aún nos queda mucho por hacer.

Los vínculos, en mi caso, se transformaron en pilares fundamentales. Me dieron mucha fuerza, pero sobre todo amor, es lo que más siento subrayar. El contacto, los abrazos, las sonrisas, las caricias, las demostraciones de afecto y saber que estaba rodeada de gente maravillosa, hicieron que día a día la enfermedad se transite de otra manera. “Vivir con el corazón a flor de piel”, así es como sentí mi día a día.

¿Afectan las emociones en el transcurso de un tratamiento?

La emoción es el significado subjetivo y el sentido que se le da a una experiencia. ¡Qué importante es poder expresarlas!

Desde niños, muchas veces no nos enseñan a expresar de manera adecuada lo que sentimos; y esto se traduce en cómo nos expresamos en la vida adulta.

Las emociones pueden aparecer de manera muy distinta, y cada proceso se transita de manera diferente. Puede aparecer el enojo, luego la tristeza. Lo que sí subrayo es la importancia de poder expresar eso que el diagnóstico nos hace sentir. El miedo también es una emoción auténtica y es necesario dejarlo entrar; lo importante es no quedarse estancados allí.

¿Qué abordajes existen para gestionar estas emociones a nuestro favor, y ponerlas a disposición de nuestra recuperación?

Es importante un espacio de terapia para hablar sobre lo que pensamos y sentimos a partir del diagnóstico. Dejar aflorar las emociones es fundamental, así como transitar un espacio de aceptación sobre lo que está ocurriendo. La aceptación es una tarea difícil, pero de suma importancia.

A veces creo que el proceso parte de volver a sentirnos como niños, aceptar el cuidado, pedir lo que necesitamos, recibir ese amor y dejar que esa fuerza nos atraviese para poder encontrarnos más fuertes.

Nuestra mirada compasiva, desde la amorosidad, es fundamental. Tenernos paciencia, comprender que esto es un proceso y que parte de la recuperación es conectarnos con el amor hacia nosotros mismos.

El arte como herramienta terapéutica, ¿puede ayudarnos?

Sí, puede ayudarnos. Principalmente, nos ayuda toda actividad que nos hace sentir útil y nos conecta con aquello que nos gusta. Como primera medida, prestar atención a los recursos con los que se cuenta. Cuáles son las actividades o momentos que nos hacían bien antes del diagnóstico, y que durante el tratamiento se puedan llevar a cabo también.

En mi caso, cuando mi cuerpo me lo permitía y me sentía mejor, el conectarme con amigos y las reuniones familiares me ayudaron mucho. Visitar lugares nuevos los fines de semana y el contacto con la naturaleza me llenaba de ganas y energía.

¿Cómo acompañar al cuidador o la familia?

La red de contención es muy importante, tanto para el que transita la enfermedad como para las personas que cuidan de él o ella. Muchas veces pedir ayuda nos cuesta, pero yo invito a que puedan hacerlo. Las personas que nos rodean, en ocasiones no saben las necesidades que puede tener cada tratamiento, siendo éstas muy variadas. Desde hacer un trámite, hasta el traslado a la sesión de quimioterapia o rayos, ayuda mucho acompañar al paciente. No sólo por lo que implica la acción, sino por sentirse acompañado.

¿Qué ocurre después de finalizar un tratamiento? ¿Cómo es la vida después de la enfermedad?

Llegar a la etapa final del tratamiento genera una mezcla de muchos sentimientos. Es importante valorar el camino recorrido, hacer una pausa y darnos cuenta de todo lo que hemos pasado. Comprender que ya no somos la misma persona. Saber que el logro de estar aquí es nuestro, abrazarnos, felicitarnos por transitar el proceso, premiarnos y sentir orgullo.

En mi caso, la enfermedad la viví como un aprendizaje. La vida después del cáncer la vivo como una nueva oportunidad. Transitar la enfermedad me enseñó a transformar el dolor en amor, a no renunciar a mis proyectos y a desear con mayor intensidad para que se puedan cumplir. A tener la mirada más amplia sobre lo que vamos viviendo, a tener el objetivo claro. Supe que la experiencia iba a ayudarme a abrazar a las personas que pasen por algo parecido, a personas que sufren, para que encuentren el verdadero sentido y nunca renuncien a sus sueños.

¿Qué te ayudó a transitar el tratamiento?

El motor fue mi hijo Joaquín principalmente. Siento que la fuerza de ese amor inigualable me permitió poner todo de mí para la recuperación.

El amor incondicional de toda la gente que me rodeaba, esto fue fundamental. Mi familia, amigos, conocidos, demostraciones que me hacían sentir que no estaba sola y que había mucho por qué luchar.

La fe inquebrantable, en sentir que esto venía a enseñarme algo. Me pasaron muchas cosas increíbles con relación a mi fe y mi creencia en Dios. Entender que la entrega a vivir lo que debía vivir fue la clave para transitar en paz la enfermedad.

Mi propósito de vida siempre en mi mente, muchos proyectos por delante en mí. Esto me mantuvo siempre con la convicción de que había mucho trabajo por hacer y que algún día contaría esta historia ¡Y aquí estoy! Ayudando a otros corazones a encontrar un camino más compasivo, amoroso y de nuevas oportunidades.

¿Qué le dirías hoy a quienes lo transitan?

Que se abracen, que estén abiertos al amor de los demás.

Que se permitan transitar cada una de las emociones tal cual son, después del enojo, la rabia, la tristeza y el miedo. El camino hacia la aceptación es la única llave para vivir la enfermedad con sentido. ¿Y cuál será el sentido? El sentido es muy personal para cada uno, pero es donde se debe prestar atención.

Quizás lo sea vivir una vida con un propósito más trascendente, que permita abrazar a otros corazones que pasen por lo mismo, acompañar el dolor de otros. O cualquier otra misión que los esté esperando.

Encontrar el sentido en la enfermedad, me hizo reafirmar aún más la idea de acompañar a personas a descubrir hacia dónde desean ir y también transformar el dolor en una causa de vida.

Somos seres sociales, necesitamos del otro siempre. Lo más importante es comprender que en el servir al otro traspasamos todas las barreras y entendemos que lo que nos pasa, quizá es el motor que nos impulsa a hacer cosas aún más grandes.

La red de contención es muy importante para conectarse con otros. Un espacio posible es la Fundación Proyecto Mujer.

Acerca de Proyecto Mujer

Un grupo de médicas creó la fundación para contribuir en la prevención y el cuidado de la salud de la mujer en todas las etapas de la vida. Siempre en busca de inspiración, empatía, acompañamiento.

La Fundación brinda servicios a la comunidad, como conferencias, charlas y materiales de educación integral en temas de salud femenina. Además, colabora en áreas de docencia e investigación médica y científica, participando en la formación de especialistas.

Desde Meva, queremos agradecer a la Fundación Proyecto Mujer y a la Lic. Analía Lococo, por su vocación por compartir y por generar una comunidad, una red que nos permita construir una mejor calidad de vida para todos.